viernes, 9 de octubre de 2009

Piérdete en una calita de Menorca

En una playita recóndita, acariciada por la suave luz mediterránea y con el viento susurrando historias antiguas, es donde mejor se puede apreciar la perfección de esta isla, un paraíso para los que van en busca de naturaleza virginal.

La isla de los misteriosos talayots, de las aguas más transparentes, de verdes pinares y extraordinarios fondos marinos, refugio de piratas y de los hippies más idealistas, es también el lugar de los más bellos atardeceres.

La declaración de Reserva de la Biosfera de la más oriental de las Islas Baleares no es más que una prueba evidente de lo que encierra. Alejada de la marea turística de Mallorca e Ibiza, a Menorca hay que llegar a disfrutar de un puñado de calas que, aunque representan sólo una pequeña muestra del amplio catálogo que posee el archipiélago, sin duda son la mejor carta de presentación de su carácter mediterráneo, pero sobre todo de su excepcional naturaleza.

Apartada y exótica, Son Saura es una playa para soñar. A su exuberancia y tranquilidad suma el suave oleaje, a pesar de estar completamente abierta al mar, y la oportunidad de toparse en el humedal cercano a la arena con tortugas y aves acuáticas. Este antiguo refugio de corsarios forma parte de uno de los tramos mejor conservados del litoral español, el que se extiende entre Son Saura y Son Bou, convertido hoy en el destino más apacible para disfrutar de la luz, las olas domesticadas, la tranquilidad y la vegetación mediterránea que enmarcan la postal. Si la vista se admira desde un paseo en barco entre las calas En Bosc o Galdana, la imagen puede llegar a ser inolvidable.


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